Las peceras en los acuarios y las jaulas en los zoológicos pueden parecerse mucho a las cárceles para humanos. Todos comparten un objetivo común: limitar la libertad.
Los seres que habitan los mares, al igual que los terrestres, sienten y tienen el derecho a una vida libre de explotación humana. Mantenerlos en cautividad va en contra de sus derechos naturales. Algunos son arrancados de su hábitat, mientras que otros nunca llegan a conocer la libertad, viviendo y muriendo en confinamiento. Se les niega la esencia de su existencia natural.
La cría en cautividad es sumamente complicada para la mayoría de los animales que vemos en acuarios y zoológicos, ya que el estrés diario al que se enfrentan (flashes de cámaras, voces, música), los rigurosos entrenamientos con comida como recompensa o castigo, y para los animales marinos, un agua de calidad insuficiente y tratada con químicos dañinos, dificultan su bienestar.
¿Es realmente necesario todo esto? Tomemos por ejemplo a Marineland Mallorca, situado a pocos metros del mar, su hogar está tan cerca, pero a la vez tan lejos...
Estas empresas han empezado a declinar gracias al movimiento activista. En un intento de mejorar su imagen, argumentan que el contacto con estos animales aporta beneficios a los humanos y que su existencia es vital para la conservación de especies. Pero la realidad es que los animales no dependen de nosotros para sobrevivir. Más bien, hemos contribuido a la destrucción de muchas especies y del planeta que habitamos.
Es falso pensar que estos animales están aquí para nuestra diversión o beneficio económico a través de exhibiciones y espectáculos antinaturales.
Por ejemplo, ¿un delfín en su hábitat natural permitiría que un humano lo abrazara? ¿O un león marino necesita realizar trucos para sobrevivir? La mayoría de estos inteligentes seres desarrollan comportamientos neuróticos debido al estrés mental de vivir en confinamiento. No es difícil imaginar cómo afectaría a una persona una situación similar.
Considera esto: los delfines suelen nadar entre 150 y 180 km al día, mientras que en cautiverio están limitados a piscinas de apenas 7 metros.
¿Necesitas más razones para dejar de apoyar esta industria?
Porque ellos no pueden elegir, pero tú sí
¿Qué le pasó al Rey de los delfines? es un documental aborda la historia de José Luis Barbero, quien estaba en su cúspide como uno de los mejores entrenadores de delfines del mundo. Sin embargo, la difusión de un video de poco más de minuto y medio terminó sepultando todos sus logros. El relato cuenta las consecuencias de esa grabación que llevó a este personaje a quitarse la vida.
Disponible en Netflix de forma exclusiva. Es una producción original, por lo que es necesario contar con una suscripción.
La película documental tiene una duración de 1 hora 34 minutos, y no está recomendada para menores de edad.