No sabemos por qué se normalizó torturar hasta la muerte a un ser vivo. Tampoco cuando desconectamos de la naturaleza y se consideró al toro como un animal inferior en comparación con otros animales, como perros y gatos, a los que vemos como los reyes de nuestros hogares.
El toro de lidia pertenece a la misma especie que el resto de toros, bueyes y vacas, aunque mantiene un aspecto relativamente salvaje al no haber sido sometido a una selección artificial extrema.
El toro es un tranquilo rumiante que, por naturaleza, está más inclinado a huir que a atacar. Sin embargo, para que proporcione espectáculo, se le irrita y amenaza, provocándolo hasta que opta por "pelear".
En ocasiones, algunos toros no cumplen con las expectativas del público, y entonces se recurre a banderillas negras con arpones más agresivos... todo para ver si finalmente deciden mostrar una bravura que, en realidad, no poseen.
La sociedad avanza, y en pleno siglo XXI, sólo un grupo minoritario apoya la tauromaquia a pesar de que se financia con dinero público, de todas nosotras.
No hay argumentos válidos para apoyar una práctica tan cruel: El argumento de que "siempre se ha hecho" no justifica nada, ya que algunos seres humanos (considerados brujas, delincuentes o adversarios) fueron torturados y asesinados públicamente en toda Europa hasta el siglo XVIII, y no por haberse practicado siempre significa que deba seguir haciéndose.
De cómo me volví defensor de los animales luego de ser torero
Por: Catalina Barrera
"A propósito del fallo de la Corte Constitucional sobre las corridas de toros le contamos la historia de Álvaro Múnera, ‘El Pilarico’, quien iba rumbo a la cima del toreo cuando una cornada lo dejó postrado en una silla de ruedas. Hoy lucha por acabar con las corridas en defensa de los animales. "